Cristo crucificado
óleo sobre lienzo 248x 169 cm
Madrid, Museo Nacional del Prado
La figura de Cristo , frontal, con la cabeza inclinada crucificada con cuatro clavos , destaca sobre un fondo verde oscuro como una tela de altar , sobre la cual se advierte la sombra que proyecta el cuerpo, sin alusión alguna al paisaje de Gólgota , como si se tratase más bien de una escultura , que paradójicamente produce la impresión de un cuerpo real , vivo o recién muerto, sereno y de una belleza delicada . Velázquez ha rehuido tanto la grandiosidad hercúlea al modo miguelangesco , que usaron tantos artistas , como la acumulación dramática de sangre y magulladuras de otros de la tradición gótica . Solo se advierten unos tenues hilillos de sangre , que manan de manos y pies y resbalan por la madera de la cruz , la del costado apenas sugerida y la corona de espinas que salpica de toques muy ligeros la frente, la boca y la parte superior del pecho.
La representación del Crucificado, con cuatro clavos en lugar de los tres de la forma más usual , responde a la influencia que hubo de recibir de suegro y maestro , Pacheco , que la había escogido y defendido en varias ocasiones , aduciendo en su favor una estampa rara de Durero que lo presentaba así, Velázquez , en esta imagen inolvidable , y Zurbarán y Cano en algunas de sus versiones del tema, también recogieron esas indicaciones , pero sin duda es el lienzo velazqueño el que traduce más rigor y belleza las indicaciones de su maestro , interpretadas con una excepcional sentido clásico , logrando un prodigio de serenidad , majestuosidad y humanidad que lo han convertido en la más conocida y eficaz imagen de devoción española , copiada y reproducida mil veces.
Incluso ha dado pie a una de las obras poéticas de contenido religioso más intensas del siglo XX : El Cristo de Velázquez , de Miguel de Unamuno ( 1920 ) . La pintura fechable hacía 1630-1631 , muy reciente su viaje a Italia , procede de la sacristía del convento de San Plácido de Madrid , y está ligada popularmente a una leyenda que lo vincula al intento sacrílego de seducción por parte de Felipe IV de una joven novicia , frustrado por la decisión de la joven de fingirse muerta en su celda con flores y cirios junto a su ataúd. El Cristo sería prueba del arrepentimiento del rey y prenda de su penitencia
Bibliografía ; " 100 Obras Maestras del Museo del Prado "
Tamara Tamaral
26-08-2014
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