Esta
es la primera de un pequeño grupo de alegorías personificadas por la
figura de una diosa o heroína de la Antigüedad, que Rembrandt pintó
entre 1633 y 1635 y con el que experimentó una nueva forma de contar
historias.
Bellona, diosa romana de la guerra , está representada de tres cuartos, con el cuerpo ligeramente ladeado hacía la izquierda y el rostro de frente, mirando directamente al espectador . Está de pie delante de un objeto, quizá una mesa, que le separa del fondo arquitectónico de muro y arco junto al que están apoyadas unas lamzas. Lleva coraza plateada sobre un vestido verde y dorado y un chaleco de terciopelo bordado en oro y con pedrería . El casco está adornado con una cabeza de león dorada y un gran pencho de plumas verdes. Con la mano derecha sujeta la empuñadura de la espada y con la izquierda un gran escudo. La readiografía revela que inicialmente era al revés, de forma que sólo se veía la parte posterior del escudo. Es difícil que Rembrandt se equivocara al representar a la diosa zurda. Por ello, este cambio compositivo hubo de estar determinado por el deseo de mostrar el escudo labrado con la cabeza de Medusa que posiblemente Rembrandt, coleccionista apasionado, habría adquirido durante el proceso de elaboración del cuadro. Lo vuelve a utilizar en Minerva, pintada dos años después . Pero, además y sobre todo, la cabeza de Medusa era el tema de un cuadro entonces propiedad del comerciante holandés Nicolaes Sabier , pintado por Rubens ( Viena, Kunsthistoriches Museum ) el maestro con el que Rembrandth, en su búsqueda de nuevos modos de representación, se está confrontando en este cuadro.
Esta confrontación resulta evidente, en primer lugar, en el tipo femenino elegido. Durante mucho tiempo se quiso ver en esta figura el retrato de Saskia van Uylenburgh. Sin embargo, este rostro un tanto vulgar, de ojos abultados, doble barbilla y abundante cabellera rizada , nada tiene que ver con los los delicados rasgos de la entonces prometida de Rembrandt que conocemos por un retrato dibujado de esos mismos años , mientras que sus contundentes formas si parecen remedar el ideal de belleza rubensiano. El escaso detallismo del rostro y la fuerte plasticidad de su modelado, tan ajeno al tratamiento empleado por el pintor en los retratos de esos mismos años , está justificado precisamente por el hecho de ser una figura imaginaria. Sin embargo, también el planteamiento de la composición anuncia algo nuevo.En efecto, ya no se trata de una pequeña escena de gabinete, como las que Rembrandt había venido pintando desde su instalación en Amsterdam, protagonizada por varias figuras de pequeño tamaño colocadas en un paisaje o en un amplio interior; sino de un lienzo de gran formato ocupado por una sola figura de gran tamaño , situada en el primer plano, fuertemente ilominada y recortada contra un fondo negro y en penumbra. Pero además, un colorido brillante sustituye las tonalidades pardas y verdes anteriores.
Nada se sabe a ciencia cierta sobre este encargo. Puesto que durante el siglo XVII ,Bellona aparece en la literatura holandesa y en alegorías y panfletos políticos como personifícación de la guerra, se ha querido asociar este cuadro con la fígura del príncipe Frederik Hendrik y sus seguidores, que en 1633 eran partidarios de no firmar la tregua con España- En este contexto, la elección de un tipo femenino local para representar a la diosa podría estar relacionado con la reivindicación de Holanda como nueva nación dispuesta a defenderse , lo que parece ratificar el hecho de que el nombre de la diosa figure inscrito en holandés en el escudo
Bellona, diosa romana de la guerra , está representada de tres cuartos, con el cuerpo ligeramente ladeado hacía la izquierda y el rostro de frente, mirando directamente al espectador . Está de pie delante de un objeto, quizá una mesa, que le separa del fondo arquitectónico de muro y arco junto al que están apoyadas unas lamzas. Lleva coraza plateada sobre un vestido verde y dorado y un chaleco de terciopelo bordado en oro y con pedrería . El casco está adornado con una cabeza de león dorada y un gran pencho de plumas verdes. Con la mano derecha sujeta la empuñadura de la espada y con la izquierda un gran escudo. La readiografía revela que inicialmente era al revés, de forma que sólo se veía la parte posterior del escudo. Es difícil que Rembrandt se equivocara al representar a la diosa zurda. Por ello, este cambio compositivo hubo de estar determinado por el deseo de mostrar el escudo labrado con la cabeza de Medusa que posiblemente Rembrandt, coleccionista apasionado, habría adquirido durante el proceso de elaboración del cuadro. Lo vuelve a utilizar en Minerva, pintada dos años después . Pero, además y sobre todo, la cabeza de Medusa era el tema de un cuadro entonces propiedad del comerciante holandés Nicolaes Sabier , pintado por Rubens ( Viena, Kunsthistoriches Museum ) el maestro con el que Rembrandth, en su búsqueda de nuevos modos de representación, se está confrontando en este cuadro.
Esta confrontación resulta evidente, en primer lugar, en el tipo femenino elegido. Durante mucho tiempo se quiso ver en esta figura el retrato de Saskia van Uylenburgh. Sin embargo, este rostro un tanto vulgar, de ojos abultados, doble barbilla y abundante cabellera rizada , nada tiene que ver con los los delicados rasgos de la entonces prometida de Rembrandt que conocemos por un retrato dibujado de esos mismos años , mientras que sus contundentes formas si parecen remedar el ideal de belleza rubensiano. El escaso detallismo del rostro y la fuerte plasticidad de su modelado, tan ajeno al tratamiento empleado por el pintor en los retratos de esos mismos años , está justificado precisamente por el hecho de ser una figura imaginaria. Sin embargo, también el planteamiento de la composición anuncia algo nuevo.En efecto, ya no se trata de una pequeña escena de gabinete, como las que Rembrandt había venido pintando desde su instalación en Amsterdam, protagonizada por varias figuras de pequeño tamaño colocadas en un paisaje o en un amplio interior; sino de un lienzo de gran formato ocupado por una sola figura de gran tamaño , situada en el primer plano, fuertemente ilominada y recortada contra un fondo negro y en penumbra. Pero además, un colorido brillante sustituye las tonalidades pardas y verdes anteriores.
Nada se sabe a ciencia cierta sobre este encargo. Puesto que durante el siglo XVII ,Bellona aparece en la literatura holandesa y en alegorías y panfletos políticos como personifícación de la guerra, se ha querido asociar este cuadro con la fígura del príncipe Frederik Hendrik y sus seguidores, que en 1633 eran partidarios de no firmar la tregua con España- En este contexto, la elección de un tipo femenino local para representar a la diosa podría estar relacionado con la reivindicación de Holanda como nueva nación dispuesta a defenderse , lo que parece ratificar el hecho de que el nombre de la diosa figure inscrito en holandés en el escudo
Marte de Velázquez, 1640
óleo sobre lienzo 181x99 cm Madrid, Museo Nacional del Prado |
Sea como fuere, lo cierto es que esta imagen de Rembrandt nada tiene de feroz. La espada no está ensangrentada , como aparece en la iconografía tradicional de esta diosa y, además ni siquiera la sujeta alzada. El arte antiheroico y casi hogareño de esta representación de la diosa , que tradicionalmente personificaba la parte más sangrienta y cruel de la guerra, no puede por menos que traernos a la memoria el Marte de Velázquez. Ambos aparecen responder a un mismo deseo de " inmortalizar " a los dioses
Bibliografía : Rembrandt, " Pintores de Historia "
Tamara Tamaral
15-08-2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario