lunes, 3 de octubre de 2016

EL BALANDRITO JOAQUIN SOROLLA

EL BALANDRITO 1909
El balandrito
óleo sobre lienzo 1, x 1 m
Museo Sorolla Madrid

 

 

Joaquín Sorolla y Bastida fue uno de los pintores más relevantes de finales del siglo XIX y principios del XX. Tuvo una gran carrera y una brillante proyección internacional, lo que le reportó prestigio, posición económica y numerosos discípulos. Uno de los temas recurrentes de este artista fue el mar, y por ello le dedicamos una entrada.

Breve biografía

Sorolla nació el 27 de febrero de 1863 en Valencia, era de familia humilde y creció junto al antiguo barrio de pescadores. Con sólo dos años quedó huérfano y se crió, junto a su hermana, con sus tíos maternos. Ingresó en 1874 en la Escuela Normal Superior de Valencia, donde pronto destacó por su habilidad para el dibujo y la pintura. Aprovechando sus capacidades ingresó en las clases de dibujo de Cayetano Capuz y en 1878 se matriculó en la Escuela de San Carlos.
 

Sorolla pintó magistralmente la pureza de la luz mediterránea, que descubrió observando el mar, sus reflejos y las ondas. En palabras de Laura García Sánchez “representa sin lugar a dudas el triunfo del mediterráneo pictórico, hecho de blancos y azules luminosos”. Otra de sus características es la instantaneidad y lo imprevisto de sus obras.




El balandrito Pintado en 1909 en la playa valenciana de El Cabañal, El balandrito es una de los cuadros más conocidos y populares de Sorolla. Tras su regreso de Estados Unidos, Sorolla desarrolla una productiva campaña estival en la que da rienda suelta a sus intereses pictóricos y a sus gustos temáticos, lo que se traduce en la calidad y madurez que transmiten las obras realizadas en este momento. 


 Los niños jugando en el agua o en la orilla de la playa son frecuente pretexto de estos cuadros, en los que el punto de vista se eleva hasta hacer desaparecer el horizonte, dejando que el agua llene la totalidad de la composición.

En este cuadro, como en ningún otro de Sorolla, se produce la desaparición de la profundidad, la identificación del espacio pictórico con la superficie del lienzo, y la disolución de la figura en su fondo, ambos deshechos, atomizados por la acción de la luz reflejada y refractada en la superficie movediza del agua.


 En esta forma de abordar la representación como una recreación de sensaciones, Sorolla refleja instintivamente algunas preocupaciones filosóficas de su tiempo sobre la percepción; pero el resultado es una imagen de intensa sensualidad, capaz de contagiar, en esa imagen del niño embebido en su juego, el placer de su total inmersión en el agua y el sol.


Tamara Tamaral
3-10-2016
 
 
Bibliografía : Edit Libsa
                     Cátedra de Historia y Pintura Naval


No hay comentarios:

Publicar un comentario